Las tres efes

2102

Durante generaciones se nos ha hecho creer que el esfuerzo siempre da frutos, que mediante el trabajo duro podíamos conseguir todo lo que nos propusiésemos, pero no es cierto. Esta creencia es la causa de muchas de nuestras fatigas, penalidades y desencantos y una fuente de frustración que puede derivar en desesperación y en la pérdida de la salud.

Cuando tenemos una meta, ¿cuánto tiempo y energía debemos invertir antes de tomar conciencia de que no vamos a alcanzarla? ¿Dónde está el límite entre el intento razonable y el desgaste improductivo?

Llevo tiempo reflexionando sobre qué sentido tiene la “cultura del esfuerzo” y a quién beneficia. Este último aspecto es muy evidente, quien se aprovecha de nuestra competitividad es el sistema. Y esa competitividad no se ciñe exclusivamente a rivalizar con otras personas por lograr objetivos, también nos lleva a traspasar continuamente nuestros límites en cuanto a la calidad y cantidad de energía que empleamos.

Si observamos la naturaleza, todo tiene lugar de forma fácil: el fluir del agua de un río, una hoja que cae de un árbol, los rayos de sol que calientan la tierra, hasta un rayo que descarga con toda su potencia. Cada evento ocurre sin artificio, sin desgaste, incluso la erosión de una roca sucede de forma sencilla, sin resistencia.

La experiencia humana está repleta de inmensos desafíos, la gran mayoría en relación con el contexto social. Los retos que plantea la supervivencia física como nacer, alimentarse, enfermar o dar vida, no siempre son tan duros como los que se tienen que atravesar cuando el entorno te presiona para que te comportes de tal o cual manera o que asumas determinados roles y responsabilidades.

El proceso por encajar socialmente siempre provoca resistencias internas, aunque finalmente, la persona casi siempre termine por claudicar. Pero también supone un enorme agotamiento resistirse a ser sometido/a, pues eso conlleva estar en oposición, ir todo el tiempo “contracorriente”. Es tan difícil ser oveja como sentirse fuera del rebaño.

Desde mi punto de vista, la clave está en la tensión. Si existe tensión es que hay resistencia interna o, lo que es lo mismo, significa que algo en ti no se siente a gusto, no está en sintonía con tu Ser. Puesto que la “fuerza” lleva implícito un “esfuerzo”, todo aquello que se pretende conseguir por medio de ésta, implica necesariamente una resistencia y un desgaste que pueden afectar a nivel físico, emocional y mental. De aquí parte mi propuesta de las tres “F”.

La primera “F” es FÁCIL

La definición del diccionario es: aquello que se entiende, produce o consigue con poco esfuerzo. Aquí puede estar la llave que nos permita vivir con gozo y armonía pues se apoya en una clase de discernimiento y de consciencia siempre atenta a las señales de nuestro Ser interior acerca de nuestra interrelación con el mundo. De esta atención emanan nuestras acciones y respuestas alineadas, coherentes y armoniosas en relación con quienes somos.

En nuestra cultura lo que se valora es la acción constante, la productividad y el rendimiento, por tanto, la idea de conseguir algo de forma fácil resulta una transgresión, casi un pecado. Esta palabra guarda relación con otras como vagancia o comodidad, actitudes que socialmente se consideran despreciables. Detrás de esto parece que hubiera un interés insano por ponernos todo difícil.

Pretender que las cosas sean fáciles significa que deseas lograr tus objetivos de una manera amable, armónica y sin hacer trizas tu equilibrio. Llegar a la meta exhausto/a, sin energía siquiera para celebrar el éxito, tal vez no merezca tanto la pena.

La segunda “F” es FLUIDO

Algo fluido es aquello que tiene una consistencia blanda, que se adapta con facilidad, que discurre sin interrupción (incluso aunque puedan aparecer pequeñas dificultades en el camino).

En este sentido, si prestamos atención al discurrir de nuestra vida, nos daremos cuenta de cuándo queremos empujar al río empeñándonos en alcanzar un logro que está fuera de nuestro alcance. Si ese fuera el caso, con toda seguridad recibiremos señales indicando que esa no es la dirección y, si las obviamos, los obstáculos serán cada vez más grandes.

En mi opinión, el mejor avance ocurre de forma escalonada, progresiva, sin tensión y sin comprometer ni el bienestar ni la salud. Además, cuando estamos conectados/as con nuestra verdad más profunda, existe una confianza interna de logro que no tiene nada que ver con los mensajes racionales del ego, se trata de una certeza íntima de que es algo que nos corresponde.

Los pequeños retos de la vida tienen como función confirmar nuestra determinación y fortalecer nuestra voluntad, incorporarlos y continuar adelante también es fluir.

La tercera “F” es FELIZ

Feliz es quien se siente plenamente satisfecho/a porque goza, disfruta de su vida. Esto no implica la ausencia de contrariedades y problemas, sin embargo, alguien feliz agradece todas sus experiencias porque le ayudan en su aprendizaje. De todo lo que vive extrae un jugo valioso que le lleva a sentirse una persona más sabia, más completa y más afortunada.

Las bases de la felicidad no se encuentran en las posesiones materiales, como mucha gente cree, y el refrán dice algo muy cierto: “el dinero no da la felicidad”. La felicidad no es algo que caiga de un árbol, no es un don que alguien nos otorgue desde afuera. Es algo que se construye, se entrena y se consigue por la disposición diaria de nuestro corazón a ser felices.

Existen personas que por más bendiciones que tengan en su vida no se sienten dichosas aunque dispongan de empleo, familia o bienes materiales. ¿Por qué? Porque se trata de un estado al que se llega mediante la voluntad, la actitud y la disposición del ánimo.

La felicidad es la suma del optimismo, la confianza en la vida, la apertura mental, la gratitud, la osadía de seguir tu propio camino y dar forma a tus proyectos, el amor a uno/a mismo/a, la aceptación de lo que sucede, etc. Entrenando cada día todos estos aspectos se potencia y crece pues, aunque surjan emociones puntuales, existe un propósito muy profundo por recuperar este estado feliz lo antes posible.

La propuesta de las tres efes consiste en conducirnos en nuestro camino vital de un modo “fácil, fluido y feliz”. Esto implica realizar cambios relevantes pero sencillos al mismo tiempo, tan sólo debemos estar conscientes de nuestros niveles de tensión y estrés. Podemos tomar las sensaciones de malestar como las fronteras que determinen nuestros límites.

La falta de coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos se traduce en sensaciones desagradables, dolores, percances, malhumor, dificultades para dormir, etc., y mantenidas en el tiempo, pueden derivar en enfermedades diversas. Cuando el cuerpo manifiesta estos desarreglos, deberíamos reflexionar sobre su origen.

Cuando nos alineamos con nuestro propósito de vida todo se torna fácil, fluido y feliz. Apenas se presentan retos y ninguno de ellos es insalvable. Surgen todo tipo de ayudas y recursos, muchas veces de forma auténticamente milagrosa. Por fin sentimos que encajamos y que cada paso nos acerca a un destino inefable.

El Universo siempre nos ofrece lo mejor, somos nosotros/as a quienes nos cuesta encontrar el camino.

María del Mar del Valle
Educadora Social
asdipagua@gmail.com