Síndrome del Gemelo Solitario (2ª parte)

2005

Tocar

La piel nos sirve de frontera y de órgano sensorial. El contacto de piel es imprescindible para las relaciones humanas. El saludar con la mano, el abrazar, besar, acariciar son importantes formas de comunicación en nuestras relaciones. Al tocarnos y acariciarnos captamos continuamente informaciones de nuestro entorno. Observe usted mismo cuántas veces toca y abraza durante solo unas horas.

Esto se puede ver mejor con bebés que literalmente comprenden, tocan y saborean todo su mundo alrededor.

El sentido del tacto y el captar a través de la piel empieza muy pronto. Las primeras reacciones las podemos ver en embriones de 2 meses. Chamberlain cuenta que reaccionan a un fino pelo sobre su rostro. Retiran la cabeza y mueven brazos y piernas para retirar el pelo. El embrión reacciona a las caricias sobre sus genitales 10 semanas después de ser fecundado, a las caricias sobre sus manos en la semana 11, a las caricias en las plantas de los pies a partir de la semana 12. Hay que decir que estos datos son reacciones visibles. Esto significa que el embrión es receptivo en esas partes del cuerpo ya antes de que sus reacciones sean visibles en el ecógrafo.

Muchos de los primeros movimientos son posibles cuando los músculos pueden moverse, es decir, a partir de la sexta semana después de la concepción.

Nosotros suponemos que un embrión puede sentir y tocar con la piel a un hermano gemelo que esté con él en el útero.

En la séptima semana después de la gestación, el embrión tiene manos y pies, que puede mover, aunque no tenga brazos. “Bernd el pan” (personaje parecido a la serie “Bob esponja” en España) la estrella televisiva alemana, un personaje torpón, es quizá muy querido por los niños de todas las edades porque recuerda a un embrión con sus cortitos brazos y sus piernecitas que salen de una cabeza que hace de cuerpo. Cuando un embrión tiene 14 semanas puede juntar sus manos y chupar su pulgar.

Saborear

La boca es el órgano sensorial más importante del que dispone el bebé para conocer su mundo. Los mamelones gustativos del embrión empiezan a ser visibles a partir de la octava semana. A partir de la semana 13 están tan desarrollados como en un adulto y una semana más tarde estarán rodeados de poros y microvellosidades, ya están totalmente formados. Hasta el parto se multiplicarán y se extenderán. Hay investigaciones que demuestran que los embriones empiezan a tragar a partir de la semana 12. Se supone que la capacidad de distinguir sabores empieza a partir de la semana 15 después de la concepción. El ser en gestación traga pequeños sorbos del líquido amniótico. En los tres últimos meses de embarazo, esto se produce entre 15 y 40 veces al día. El líquido amniótico es una mezcla de muchas sustancias orgánicas.

Claude Imbert describe de manera impresionante la experiencia de un niño de 4 años con su madre. La doctora Imbert animó a la madre a preguntarle a su hijo si podía acordarse de su época en el vientre. Contó a su madre que en el vientre estaba todo bien, pero que durante un tiempo sabía horriblemente a pescado y eso no le gustaba. La madre había tomado mucho hígado de pescado en los primeros tres meses del embarazo. La madre estaba muy asombrada de lo que contaba su hijo, que no podía saber lo que ella había comido.

El científico americano William Liley ha investigado sobre la vida intrauterina y realizó una serie de ensayos éticamente cuestionables en torno al sentido del gusto de los fetos. Inyectaba una sustancia amarga en el líquido amniótico y los fetos ya no bebían apenas después. Cuando inyectaba una sustancia dulce en el líquido amniótico radioactivo, los fetos bebían casi el doble. Esperemos que estas punciones en el líquido amniótico, que siempre pueden poner en peligro al feto y que pueden provocar abortos, no hayan hecho ningún mal a ningún niño debido al ansia de investigación de la ciencia.

Ver

Los ojos, en tanto que órgano sensorial funcional, es el último en desarrollarse dentro del útero. Al principio del segundo mes de embarazo crecen los párpados cubriendo el ojo. Vuelven a abrirse en el séptimo mes de embarazo. Sin embargo a partir de la semana 14 desde la concepción, el feto distingue, con los párpados cerrados, entre luz y oscuridad.

Hay informes de pacientes que recuerdan su vida intrauterina, algunos “ven” imágenes muy claras, otros lo vivencian con colores y sentimientos. Pero tiene que haber otra forma de “ver”, que va más allá de los órganos. Hay el ejemplo del feto de pocos meses que como un rayo se aparta de la aguja de punción de la prueba de amniocentesis, aunque la aguja no le haya tocado. De esto concluimos que existe algo como ver con los “ojos del aura” o “ver” con el cuerpo. Esto también lo pueden hacer algunos adultos ciegos. Un ejemplo es el ciego francés Jacques Lusseyran, que durante el Tercer Reich organizó la resistencia contra Hitler en Francia. Cuando caminaba por la calle y se abría a sus percepciones podía reconocer a gran distancia árboles, con su forma y tamaño. El contaba que estas percepciones eran posibles porque el se abría a la “esencia del árbol”. Describe su forma de ver en su libro “La luz reencontrada”: “…tenía que dejar que los árboles se acercaran mucho a mí…”.

Este ejemplo nos puede dar una idea de lo que puede “ver” un embrión con los ojos cerrados.

La gran red: cerebro y cuerpo como almacén de información

Entre las semanas 16 y 19 de la vida del embrión se forman células nerviosas y comienza el desarrollo del cerebro. Primero se forma la parte inferior del cerebro, el tronco del encéfalo, que crece muy rápido las primeras siete semanas. Por encima se encuentra el mesencéfalo y el telencéfalo, que nacen del tronco del encéfalo. La capa exterior se llama córtex.

En la semana 24 después de la concepción, el cerebro ya tiene la misma forma que la de un adulto. Sin embargo la superficie es lisa. El proceso de desarrollo del cerebro finaliza 5 años después del nacimiento.

En el nacimiento los nervios están incompletos, están envueltos en una capa grasa aislante, la mielina. Durante mucho tiempo se pensó que las células nerviosas no podían trabajar sin esta capa de mielina. Se pensaba que los recién nacidos no eran capaces de tener memoria, emociones y percepciones. Se dudaba que los recién nacidos fueran capaces de trabajar y transmitir informaciones dentro de su cerebro. Entre tanto se ha podido demostrar que incluso los que no han nacido tienen mucho antes percepciones intensas y diferenciadas, recuerdos, sentimientos de gana y desgana. Se han buscado nuevas explicaciones. Las investigaciones cerebrales parten de la base que el cerebro es más que el encéfalo con mesencéfalo y córtex, médula espinal y células nerviosas. El descubrimiento más importante es que el cerebro también funciona fuera de las neuronas. Todo el cuerpo está conectado por células que comunican entre sí a todos los niveles. Esto significa que el organismo almacena información a nivel celular, toma decisiones, da órdenes, sin necesitar a la central del cerebro.

Otro descubrimiento importante es que todo nuestro cuerpo dispone de “sustancias informativas”, que los científicos llaman ligandos. Son hormonas, transmisores, péptidos y otras sustancias, que recorren todo el cuerpo y el cerebro. Existen células receptoras, es decir captadoras de estas sustancias informativas. Una de las investigadoras más importantes en este campo es la científica americana Candance Pert. Ella ha descrito lo que hay entre estos jugos informativos y los receptores. Si dos sustancias informativas que se corresponden se encuentran, entonces sucede como con dos voces que tienen el mismo tono, se crea una onda. Esta onda activa a su vez, hablando metafóricamente, la apertura de la puerta, desencadenando una reacción en cadena de actividad celular. Estas reacciones bioquímicas aparentemente mínimas pueden producir cambios en el comportamiento, en las actividades fisiológicas y en el ánimo.

Este sistema de sustancias informativas aparece en el embrión antes que las neuronas y el cerebro. Las células que producen estas sustancias informativas están repartidas por todo el cuerpo. Las experiencias tempranas de los embriones están guardadas en los jugos informativos y en las células.

Candance Pet ha investigado de qué manera los flujos transmitidos por estas células se transforman en emociones, sentimientos de alegría y tristeza, miedo e intranquilidad. Buscó los receptores de estas sustancias informativas. Ella y su equipo encontraron una colección de estos receptores en el sistema límbico.

El sistema límbico es el centro de nuestras emociones y se encuentra en el encéfalo. Esta es una de las partes del cerebro que primero se desarrolla en el embrión. Descubrió además que había receptores de dichas sustancias en todo el cuerpo. Pert demostró que la inteligencia, las emociones y los recuerdos suceden en el cerebro y en todo el cuerpo.

Las células del sistema inmune tienen su propia inteligencia. “Aprenden” a reconocer enfermedades graves y a combatirlas fabricando anticuerpos. También pueden fabricar sustancias químicas que tienen una repercusión sobre el estado emocional o sobre la salud. Un ejemplo son las endorfinas, que son opiáceos propios del cuerpo y que son fabricadas por el sistema inmune. La endorfina beta ya se encuentra en la séptima semana del embazo en la sangre del embrión.

Con todos estos datos está claro que todo lo que vive un embrión a nivel celular tiene importancia. El cuerpo reacciona, fabrica sustancias informativas que se transmiten y que a su vez producen una reacción. Se desencadenan procesos bioquímicos.

Los embriones están estrechamente unidos a la vivencia de la madre. El bebé en el vientre de la madre absorbe también las hormonas y las sustancias químicas de la madre. Los embriones gemelos están también estrechamente unidos. Lo que le sucede a uno tiene consecuencias sobre el otro, a nivel celular y bioquímico.

Lo que recuerda un ser en gestación

Hemos demostrado que existen diferentes formas de memoria: el campo morfogenético, la memoria extracorporal y la memoria corporal. La memoria corporal funciona en parte a través del cerebro y en parte a través de redes de células por todo el cuerpo. Esto incluye la memoria de la piel, que recuerda el tacto del gemelo que más tarde puede irse.

Hemos demostrado que es totalmente posible que un embrión tenga muchos canales de percepción. El embrión también tiene posibilidades de almacenar información y de recordar, sin tener que pasar por el mesencénfalo.

Esto explicaría el hecho de que algunos clientes recuerdan durante la terapia vivencias de su vida prenatal, con una exactitud asombrosa. Esto también explicaría como niños pueden hablar de su experiencia intrauterina de manera natural, como si hubieran tomando un helado y estuvieran describiendo los mejores sabores de helados.

La capacidad de recuerdo del ser en gestación ha sido hasta ahora totalmente infravalorada. Según nuestros datos, suponemos que el embrión tiene una memoria de elefante.

Capítulo del libro de “Síndrome del Gemelo Solitario” de Alfred R. Austermann & Bettina Austermann editado por Natural Ediciones