Síndrome del Gemelo Solitario (1ª parte)

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Muchas personas reaccionan con asombro cuando contamos, que sucesos como la pérdida de un hermano en la vida prenatal, puedan tener consecuencias graves incluso que marcan para toda una vida. La pérdida de un gemelo suele pasar durante el primer trimestre de gestación.

Nos interesan las siguientes preguntas:

  • ¿A partir de cuándo sienten y perciben estos futuros niños?
  • ¿A partir de cuándo se tienen emociones y reacciones a sucesos?
  • ¿De qué nos acordamos de nuestra vida prenatal en nuestra vida después de nacer?

En los años cincuenta se pensaba todavía que los niños en el vientre de la madre eran como una hoja en blanco, sin capacidad de sentir y percibir y sin alma propia. En aquel entonces no se podía imaginar que el parto y la primera fase de la vida era algo muy importante para el desarrollo psíquico del niño. La idea de que un embrión pudiera sentir estaba más allá de lo imaginable. Se pensaba que los recién nacidos no sentían, de tal manera que incluso se realizaban operaciones a bebés sin usar anestesia. Se creía que los gritos y las sonrisas eran solo reflejos.

Entre tanto se ha demostrado, que los bebés que aún no han nacido, pueden sentir, reaccionan y pueden acordarse de muchas cosas una vez que han nacido. Unos médicos daneses filmaron fetos a través de ecografía en la semana 16 mientras les hacían la amniocentesis. La mitad de los bebés se quedó 2 minutos sin moverse después de haber sido realizada la prueba. Las pulsaciones bajaron y eran tensas, normalmente un bebé en el vientre tiene un pulso variado. Esto son señales claras de estado de choque.

Werner Gross nos cuenta de investigaciones que confirman lo precedente. En una amniocentesis se introduce una aguja en el útero de la madre. El feto reacciona y rápidamente se escabulle.

No debemos olvidar que los fetos pueden abrir los ojos solo en los dos últimos meses de gestación. Antes y a partir de la sexta semana, los embriones y fetos distinguen claro y oscuro con sus ojos cerrados. ¡El feto “ve” la finísima aguja de punción con sus ojos cerrados y se gira como un rayo!

No puede ver por supuesto la aguja, pero su pequeño cuerpo debe disponer como de un radar que percibe lo más mínimo alrededor suyo. A lo mejor se puede comparar con la capacidad de los adultos para captar lo que una persona emana o su aura cuando entra en el espacio donde no encontramos.

Una clienta belga nos contó que después de asistir a una conferencia del autor sobre constelaciones familiares y psicología prenatal se acordó que en su primera ecografía se vieron dos puntitos. De vuelta a casa le contó a su hijo de cuatro años, que cuando era minúsculo y solo se veía un punto en la ecografía, se vio también otro puntito. Su hijo le contestó: “Pero mamá, eso ya lo sé, por eso estoy triste muchas veces, porque le estoy buscando”. Unos días más tarde habló con su hijo del parto. Al principio del parto todo iba bien, pero en el expulsivo, cuando tenía que salir, se pararon las contracciones. Su hijo le respondió: “Ya lo sé, quería esperar, a ver si venía el otro puntito”.

La placenta hace parte de los tejidos del niño en el vientre. Gran parte de las hormonas responsables de las contracciones se producen aquí. Es el niño quien dirige las contracciones, no la madre.

Esta clienta estaba en ese momento embarazada de otro hijo. Nuestro jovencito le dijo a su madre: “Te puedo contar como se está ahí dentro…”.

Desde entonces ya han pasado tres años y el hijo tiene ahora siete. Su madre le preguntó sobre todo lo vivido antes del parto. Ya no vienen más respuestas, el recuerdo directo y consciente se ha borrado.

Claude Imbert cuenta de una clienta que vino a verla porque tenía muchos problemas en su pareja. En la primera sesión de terapia durante la visualización se enrolló en forma de feto y escondiéndose en un rincón del útero imaginario empezó a lloriquear. Se veía como un embrión de unos 3 a 4 centímetros. Entonces vio una especie de cortina roja que se movía y bajaba, como si fluyera. Después escuchó en nombre de César. La clienta no entendía las imágenes y por qué siempre escuchaba el nombre de César.

Le preguntó sorprendida a su madre. Ésta le contó que en el tercer mes de embarazo sangró bastante durante unos días y estuvo en el hospital. Los médicos le dijeron que todo estaba bien. Luego le preguntó a su madre cómo se hubiera llamado si hubiera sido un chico. Le dijo que “César”.

¿De dónde vienen esas imágenes, dónde se guardan en el cuerpo o en qué otra parte? ¿Cómo puede ver sangre cuando los embriones de seis semanas y durante cinco meses más, tienen los párpados cerrados? ¿Por qué siempre oye el nombre de César? Según las explicaciones de Imbert, la clienta no sabía nada de los hechos, su madre no le había contado nada. Existen diferentes formas de guardar la memoria, entre otros “los campos mórficos”. Esto podría explicar estos fenómenos.

El psicoanalista Ludwig Janus nos cuenta de algunos clientes que han sobrevivido al aborto. Antes de la píldora, los abortos eran una realidad muy frecuente. Los clientes recuerdan en sueños y en imágenes llenas de miedo la experiencia de la aguja y el intento de aborto.

Algunos psicólogos y médicos importantes, como Elisabeth Noble, Stanislav Grof y Claude Imbert parten de la base que podemos acordarnos incluso de nuestra concepción. Ellos hacen terapia sobre este hecho.

Stanislav Grof, un renombrado psiquiatra americano de los años setenta descubrió muchas factores provenientes de nuestra vida prenatal, parto y de sus consecuencias sobre nuestra vida de adultos. El acompañó a miles de pacientes en sesiones de LSD, cuando todavía estaba permitido su uso. Además de las experiencias de parto y de vida intrauterina, siempre había clientes que revivían su propia concepción. Podían hablar de circunstancias concretas, como el lugar y el ambiente entre los padres. Grof contrastó los testimonios con lo que después contaron los padres. Había muchas coincidencias.

Tiene que haber recuerdos y canales de percepción que existen independientemente del desarrollo de nuestro cerebro. Presuponemos que la percepción y el recuerdo suceden a diferentes niveles. Hagamos un pequeño viaje en el mundo de las teorías:

Campo morfogenético

El campo morfogenético es independiente de la vivencia de las personas. Las experiencias y descubrimientos que hicieron determinadas personas, pueden estar a disposición de otras personas si se dan determinadas circunstancias, aún cuando entre ellas no haya ninguna conexión. También es posible que otras personas se beneficien de estas experiencias sin que sean conscientes de ello.

Esto suena muy osado. No nos queremos poner del lado de la magia y la brujería, sino que nos referimos a un modelo muy interesante que puede ser una posibilidad de registrar recuerdos, hablamos del campo morfogenético.

Quien ha investigado al respecto es un conocido científico inglés, el biólogo Rupert Sheldrake. Estudió por ejemplo cuánto tiempo necesitaban aprender el alfabeto Morse personas que no lo conocían. El alfabeto Morse fue durante mucho tiempo superior a la radio tanto en alta mar como en los campos militares ya que tenía más alcance.

Para que sirviera de contraste, creó otro alfabeto Morse que no se había usado hasta ahora, cambiando el orden de las letras. Constató con gran sorpresa que se aprendía mucho más rápido el alfabeto Morse ya conocido que el nuevo. Esto todavía no demuestra que los recuerdos van más allá de nosotros. Sheldrake ha observado que los inventos técnicos, que tienen importancia y son muy conocidos, se originan en un país y paralelamente al mismo tiempo, sin que haya habido ningún tipo de comunicación, se inventan en otro país. Sheldrake piensa que el invento ya existía en el “campo consciente” de la humanidad y que fue en este sentido que se desarrolló de manera intensa en el mundo. Y así otros científicos en otros lugares del mundo pueden hacer el mismo recorrido de manera más fácil.

Otro fenómeno en el que aparecen los recuerdos de los campos mórfogenéticos son las constelaciones familiares y las constelaciones de empresas que cada vez están más extendidas. En este caso un grupo de personas se reúne en un taller de fin de semana, por ejemplo, y los participantes no se conocen de antes. Un cliente, llamémosle Jan, tiene un problema personal que no termina de resolver. Para averiguar el origen de su conflicto mira en su vida familiar. Sus padres se han divorciado en su primera infancia. A él le cuesta mucho vivir la relación como una experiencia feliz. Durante el taller se escogen algunos miembros entre las personas que participan, que no saben nada de la vida de los padres del cliente. Se les pide colocarse en el medio de la sala representando a la madre y al padre del cliente que constela. Estos representantes, después de un rato tienen sensaciones, incluso físicas. Los representantes sienten la energía fundamental y la calidad de la relación de los padres del cliente entre ellos mismos. Puede ser atracción, amor, falta de contacto, rabia, añoranza o falta de interés. A veces los representantes hablan de manera espontánea y sin tener ningún tipo de información expresan frases típicas de la familia. Personas totalmente extrañas a la familia cambian el gesto de la cara y adquieren incluso el tono de voz de las personas que representan.

Incluso va más lejos: en nuestro ejemplo, la madre de Jan ha perdido a su madre cuando era niña en un accidente de coche. Esto también lo siente la representante de la madre de Jan. Mira insistentemente al suelo. Para aclarar la situación se escoge a otro representante de la abuela fallecida y se la tumba en el suelo, allí hacia donde miraba la representante de la madre de Jan. La representante de la madre de Jan retira rabiosa la mirada, fue muy duro perder tan pronto a su madre, se sintió abandonada por ella. Después rompe a llorar. La representante de la abuela, tras haber estado dos o tres minutos tumbada, y sin saber nada de la historia, empieza a sentir dolor en la pierna izquierda, aunque es alguien que normalmente no tiene ningún problema físico. Luego sabremos que la pierna izquierda de la abuela fue aplastada en el accidente. La abuela estuvo unas semanas en el hospital antes de morir.

Desde hace 20 años se hacen constelaciones. Es un método relativamente nuevo, que fue desarrollado por Bert Hellinger y se ha hecho muy popular. Si bien hay que ir con cuidado con las interpretaciones, siempre se confirma de manera asombrosa el sentir y el ambiente interno del representante de la persona y la persona real. Este método puede utilizarse para aclarar situaciones familiares, de empresas u organizaciones. El campo crea el recuerdo con las personas que se hayan ofrecido a participar con una mente neutra.

Simplemente se necesita una actitud sin intención si queremos una constelación eficaz. “Sin intención” significa impregnarse del campo y dejar venir las sensaciones e imágenes que aparezcan y no actuar de la manera que pensamos conveniente. Esto solo es posible si interiormente estamos abiertos y centrados. No es magia y con un buen acompañamiento lo puede hacer cualquiera. Es decir que todos tenemos acceso a experiencias que no son las propias. Este fenómeno se llama el campo con conocimiento o el campo morfogenético.

La memoria extracorporal

Cuando hablamos de memoria extracorporal nos referimos a experiencias que la persona no podría vivir con los cinco sentidos físicos. Elisabeth Noble, una conocida terapeuta americana de psicología prenatal, acompaña a los clientes en regresiones, induciéndoles a un estado de relajación profunda que los lleva al nacimiento y más allá, incluso hasta la concepción. Relata cómo algunos clientes recuerdan detalles imposibles de recordar, por ejemplo el vestido que la madre solía llevar durante la época cerca de la concepción.

Stanislav Grof supone, al igual que Noble, que hay una memoria extracorporal. Dentro de esta teoría encajan las experiencias de las muertes clínicas. Hay muchos informes de personas que durante un corto espacio de tiempo estuvieron muertas. No se medía ninguna actividad cerebral. Su cerebro, es decir también la receptividad, y su memoria no funcionaban. Algunas personas que han vivido esta experiencia y han sido devueltos a la vida gracias a la intervención de los médicos, relatan cosas similares: se veían fuera de su cuerpo, por encima de la escena. Veían los intentos de reanimación de médicos, familiares y sus reacciones. No tenían ninguna relación con su cuerpo, no sentían dolor, ni tenían ninguna sensación física. Después de “despertarse” podían contar todo lo sucedido con todo detalle, incluso podían decir la ropa que llevaban las personas.

Si algunos pacientes tienen recuerdos de su propia reanimación y pueden describir detalles del entorno y tienen conocimientos de cosas que no pueden saber a través de su cerebro, entonces tiene que haber una fuente de recepción y recuerdo fuera del cuerpo. Esto puede describirse como la memoria extracorporal.

La memoria corporal

Se ha investigado mucho y se disponen de muchos datos concretos en lo que a la memoria corporal y los órganos sensoriales se refiere y sobre la manera de trabajar de nuestro cerebro.

Nosotros suponemos que además de la capacidad del ser humano de memorizar gracias a sus células cerebrales, existe además una memoria a nivel celular. Se ha demostrado que las células comunican bioquímicamente de diferentes maneras.

El profesor Eckhard Wolf ha demostrado con vacas, que los ovocitos fecundados y determinadas partes de las células del ovario comunican entre sí y envían señales bioquímicas. Estas señales aumentan la probabilidad de que el óvulo fecundado se implante en el útero.

En el siguiente apartado hablamos sobre el desarrollo biológico de los órganos sensoriales y del cerebro del ser en gestación.

Oír

Para el ser en gestación, el oído es el órgano más importante en su relación con el exterior: su madre, los demás miembros de la familia, su estirpe y su entorno. Es quizá el órgano sensorial más importante.

David Chamberlain y Rüdiger Dahlke explican que ya una semana después de la fecundación, es decir antes de la implantación en el útero, ya se reconocen con el microscopio los primeros indicios de las orejas. El embrión mide en ese momento 0,9 milímetros. Joachim-Ernst Behrend, un experto alemán en temas de audición, señala que el oído es el primer órgano de un ser en gestación que funciona, antes incluso de que empiecen su actividad el corazón y el cerebro. El embrión empieza a tener contacto auditivo con el exterior antes de que palpite su corazón. Behrend se pregunta por qué el ser humano quiere oír tan pronto. Por nuestra parte no tenemos ninguna respuesta adecuada. Todas estas informaciones son importantes para entender que un embrión percibe a su hermano gemelo muy pronto.

Desde el punto de vista de la ciencia exacta, hay ensayos que demuestran científicamente que un embrión es capaz de oír a partir de la semana 14 de embarazo. Teniendo en cuenta que el oído se forma antes, nos parece posible que el embrión empieza a oír mucho antes de la semana 14 y que de manera subliminal se puede acordar. Claude Imbert y nosotros lo hemos podido constatar en las visualizaciones en estado de relajación que hacemos a nuestros clientes llevándolos a la época de su vida intrauterina.

Científicos japoneses han estudiado las reacciones de bebés nada más nacer exponiéndoles a estímulos. Comprobaron cómo reaccionaban los bebés al ruido de aviones. Había un grupo de bebés que vivieron con sus madres cerca de aeropuertos entre su primer y quinto mes. Estos bebés (13%) raras veces se asustaron por el ruido de aviones. Otro grupo vivió con sus madres cerca de los aeropuertos a partir de su sexto mes de gestación. Estos bebés se asustaban mucho más con el ruido del aeropuerto (85%).

Está demostrado que el aparato auditivo con todas sus cámaras, conductos, nervios y conexiones con el cerebro está totalmente formado ya a la mitad del embarazo, antes que todos los demás órganos sensoriales.

Alfred Tomatis, investigador pionero francés del oído, descubrió que las células auditivas, las células de Corti, se parecen bastante a las células de la piel. El oído tiene muchas de estas células. Las células del oído son entonces como células de la piel. David Chamberlain va más lejos y se plantea si la piel es una especie de prolongación del oído y si podríamos oír a través de la piel. Esto significa que la piel del milimétrico embrión es capaz de captar tonos.

Se ha demostrado que los bebés reaccionan a la música 18 semanas después de la fecundación. No solamente oyen los ruidos en el interior del útero, sino también los ruidos del mundo exterior.

¿Qué oye un ser en gestación?

Oye el susurro de la sangre, el corazón, la digestión y la voz de la madre. Si no está solo en el útero, oye también al otro, oye más fuerte y más cerca el corazón del otro. Cuando el oído está mejor formado oye los ruidos del entorno exterior, como la música, el tráfico y las voces.

Se han llevado a cabo ensayos con niños prematuros de cinco meses. Los investigadores elaboraron un perfil bastante exacto de los gritos de estos bebés. Constataron que el tono de melodía, el ritmo y otras características verbales se parecían al lenguaje de la madre. Parece como si los niños tomaran clases de lengua muy temprano.

Otros científicos sometieron a ondas sonoras de 200 hertz a huevos de gallina entre el día 12 y 15 de incubación. Al salir del cascarón, el día 21, los pollitos fueron sometidos a ondas sonoras con dos altavoces, uno de 200 hertz y otro de 2000 hertz, es decir un tono mucho más intenso. Los pollitos se sentían claramente atraídos por el altavoz de 200 hertz y corrían hacia ese altavoz, ya que lo conocían desde su vida en el huevo. Este grupo se contrastó con otro que fue incubado en cajas aisladas de todo sonido. Los pollitos de este grupo se acercaban a ambos altavoces de igual manera.

Algunos músicos importantes están convencidos de que su carrera musical empezó ya en el vientre de su madre. El músico Borit Brott contó en una entrevista que de joven se quedaba asombrado de poder tocar piezas de música sin tener que mirar las notas musicales. Contaba situaciones en las que dirigía y antes de pasar la página sabía perfectamente cuándo entraba el violonchelo. Cuando le contó a su madre de qué piezas musicales se trataba, ella no se extrañó. Eran las piezas que ella había tocado durante su embarazo. Su madre era violonchelista.

Arthur Rubenstein decía: “Creo que ya en el vientre de mi madre escuchaba piano y tocaba”. También Yehudi Menuhin decía: “Yo… ya escuchaba música en el vientre de mi madre y después la mamé”.

Capítulo del libro de “Síndrome del Gemelo Solitario” de Alfred R. Austermann & Bettina Austermann ediatdo por Natural Ediciones