El Poder de la Medicina Natural – El ser humano es un ser biopsicosocial que está sujeto a unas leyes biológico-naturales y psicosocioespirituales que le son propias. Cumpliendo con dichas leyes el hombre puede desarrollarse óptimamente en la vida, disfrutando de una buena salud, hasta envejecer y morir.
En tal sentido, tanto en la valoración de la salud integral (aquélla que prodigaba el aforismo greco-romano «mente sana en cuerpo sano») como en cualquier corrección o tratamiento de cualquier dolencia o patología humana han de basarse en un patrón de referencia que representa ese equilibrio biopsicosocial del hombre plenamente sano y que ha de servirnos siempre de guía para prevenir, curar o rehabilitar las enfermedades.
A este respecto, la propia OMS al principio definía la salud como la mera ausencia de enfermedad o molestias y después la ha concebido como un estado de funcionamiento pleno del cuerpo y de la mente, y con una relación armoniosa con nuestros semejantes.
En este menester puede resultarnos también muy útil guiarnos por aquellas enseñanzas y pensamientos del gran maestro Hipócrates quien nos recordaba que la recuperación y conservación de la salud se obtiene por la fuerza curativa propia de la naturaleza (vis natura medicatrix) y por el mantenimiento del equilibrio interno u homeostasis (vis natura conservatrix), que son objetivos sagrados de la naturaleza para mantener la salud y la vida.
En este artículo se encontrarán una crítica constructiva de la situación del hombre moderno en relación con el progreso y la civilización, quien ha transgredido persistentemente las leyes naturales y psicomorales por las que se rige la salud humana integral, y de ahí que haya aumentado significativamente la incidencia de «las enfermedades de la civilización», como la arteriosclerosis, diabetes tipo 2, obesidad, varicosis, osteoporosis, colitis ulcerosa, neurosis, etcétera.
A este respecto, encontrarán una alusión a que las enfermedades de la civilización se parecen mucho a las que padecen los animales que se hallan en cautividad, parques zoológicos, circos, etcétera; aún con las dificultades interpretativas y de extrapolación que entraña dicha comparación.
Por otra parte, el aumento de expectativa de vida a cualquier precio, sin acordarnos que hay que dar mucha calidad de vida y salud a los años vividos a través de una planificación y conducta preventiva y saludable de una persona, ha hecho aumentar mucho la incidencia de las enfermedades crónicas y degenerativas. Éstas se producen principalmente aparte de por incidencias genéticas, por una deficiente prevención, y una deficiente curación de las enfermedades agudas, lo cual conduce más tarde o temprano a un estado de cronicidad persistente y más tarde a una degeneración orgánica o tisular.
En la práctica médica habitual se confunde muchas veces la salud plena, natural, con «una salud aparente» o con un estado de «enfermedad latente».
La medicina actual y los sistemas de asistencia sanitaria adolecen de grandes defectos, en el sentido de que los sistemas de prevención, tratamiento y rehabilitación pecan de deshumanización, excesiva tecnificación, iatrogenia, masificación, prisas, burocracia muy complicada, falta de un trato atento e individualizado del enfermo.
Más bien se practica una medicina sintomática y farmacológica que se aparta de ese perfil biológico y psicosocial ideal que he comentado. Cuando se soluciona un problema de salud, muchas veces se falsea o se enmascara la verdadera curación. Se observa también cómo la medicina y otras prácticas sanitarias así como las medicinas alternativas se han «contaminado» de intereses políticos, económicos, consumistas, corporativistas y administrativos. En este sentido, la medicina se ha distanciado de aquella visión y perfil de actuación que recomendaba Hipócrates en la Escuela de Cos, cuya misión (beneficiar, no dañar, aliviar, consolar, respetar y potenciar los cauces de la curación natural?) estaba impregnada de humanismo, comprensión, respeto, espíritu de servicio y amor al enfermo.
Cuando digo todo esto no me embarga un excesivo sentimiento romántico o nostálgico y consiguientemente, no defiendo aquel lema «que todo tiempo pasado fue mejor», pues reconozco que la medicina oficial ha evolucionado de una manera magistral sobre todo en determinados ámbitos como la medicina de atención primaria, recursos diagnósticos, algunos fármacos específicos, cirugías, trasplantes de órganos, medicina regenerativa, medicina de urgencias, etcétera.
No obstante, hay que decir también que las enfermedades crónicodegenerativas y las neurodegenerativas constituyen un problema sociosanitario de gran magnitud, complejidad y transcendencia, por ser problemas multifactoriales con un trasfondo muy oscuro. A su vez, estas enfermedades suponen para la sociedad y las familias un gasto de recursos, unas atenciones y una sobrecarga de cuidados asistenciales que van aumentando de día en día, por el aumento de su incidencia y prevalencia, como ya he referido.
Estas enfermedades de la civilización son una manifestación de haber hecho el hombre caso omiso a la llamada que le ha hecho la madre naturaleza durante siglos para que el hombre cumpla sus leyes. En cierta manera se trata del precio que hay que pagar por el triunfo del progreso y la civilización y por otra, la consecuencia en muchos casos, de practicar una medicina sintomática y superficial a base de «parches» o «remiendos».
Precisamente en este tipo de enfermedades la medicina escolástica actual se siente impotente y sin embargo, la medicina naturista integral desplegando un conjunto armónico de estímulos y recursos naturales poderosos (aire, agua, sol, tierra, masajes, nutrición, actividad física, plantas medicinales, higiene y entrenamiento mental, buena convivencia social, disfrute lúdico de la vida, sueño, relajación, etcétera) activan reiteradamente la vis medicratrix naturae y conservatrix, consiguiendo mejores resultados.
No es de sorprender que los famosos naturópatas empíricos del pasado (Abate Sebastián Kneipp, Luis Kuhne, etcétera) consiguieran tan magníficos resultados en los enfermos crónicos y desahuciados.
Por todo ello, creo que nos deberíamos apoyar mucho más en el sustrato biológico- natural y conducta saludable del hombre para tratar o prevenir este tipo de enfermedades.
No nos debemos olvidar que los factores ambientales, ecológicos, económicos y culturales también son importantes en los cuidados de la salud tal como se contempla en la medicina holística.
Por otra parte habría que implicar más a los enfermos y ciudadanos en el cuidado de su propia salud.
Hay que entender que el hombre es y debe ser el principal inductor y conductor de su propia biografía y, por ende, guardián y artífice principal en el cuidado de su propia salud.
La transgresión reiterada de este principio es probablemente la causa primaria principal de las dolencias humanas (sobre todo las crónicas o degenerativas) y que ha venido sucediendo a través de las sucesivas generaciones.
Ante la problemática de la prevención y tratamiento de las enfermedades crónico-degenerativas (arteriosclerosis, demencias seniles, artrosis, etcétera) debemos recurrir imprescindiblemente a la ayuda que nos presta la medicina naturista de base, con la complementación de los recursos técnicos y científicos provenientes de la medicina convencional. Aunque hay que buscar insistentemente una integración de ambos sistemas en una «medicina integrada» basada en la evidencia. No obstante, nunca debemos distanciarnos demasiado de ese patrón de referencia de la salud biológica plena al que me he referido en este artículo y que ha de servirnos siempre de guía en nuestras prácticas preventivas o terapéuticas. También debemos proteger el entorno natural del hombre, ya que en parte, la salud también depende mucho de ello.
Finalizando
Como decía Nietzsche, ya hace bastante tiempo «Volver a la Naturaleza no significa ir hacia atrás , sino adelante». Como hijos pródigos de la madre naturaleza que somos, en la actual civilización posmoderna, debemos volver a ella, con los debidos ajustes a los avances que el hombre ha conquistado a través de los tiempos, y reanudar el empeño de proteger todas sus riquezas y en todo ello el apoyo de la medicina naturista neohipocrática, como fuerza integradora, sirve y servirá siempre de guía y soporte válido para liberar al hombre de la enfermedad y del envejecimiento prematuro.