Alergias o intolerancias alimenticias.

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CUANDO COMER SE CONVIERTE EN UN PROBLEMA

Aunque cada día aumenta el número de personas que desarrollan alergias o intolerancias alimenticias, lo cierto es que este trastorno no tiene que ser un impedimento para beneficiarse de una alimentación sana, equilibrada y variada.

Muchos nos hemos visto obligados a cambiar por completo toda nuestra alimentación al descubrir que uno de nuestros hijos, familiares o incluso nosotros mismos éramos alérgicos o intolerantes a algún alimento.

El panorama actual para aquellos que por una u otra razón se han de abstener de comer algún alimento no es muy fácil: en los restaurantes apenas hay nada en la carta libre de trigo, huevos o lácteos; en los supermercados es difícil encontrar algún producto procesado libre de estas sustancias; y, además, el etiquetado no es todo lo detallado que quisiéramos, pues la ley autoriza la presencia de ingredientes compuestos no especificados en la etiqueta, siempre que éstos no supongan más del 25% del peso total del producto final.

El número de personas que reaccionan de manera adversa a los alimentos está aumentando mucho en los últimos tiempos. Si bien ya Hipócrates, en sus tratados, habla de un caso de reacción a alimentos, cada vez es mayor el número de adultos que se sensibiliza y de niños que ya desde el primer biberón no toleran alimentos que en la mayoría de los casos son básicos para nuestra alimentación. También aumenta la variedad y la cantidad de sustancias a las que la gente reacciona.

DIETA LIMITADA Y OBSESIÓN POR LA LIMPIEZA

Las razones de todo esto son muy variadas y cada caso sería distinto, pero en líneas generales algunos de los aspectos que más influencia tienen son:

  • La dieta refinada que llevamos consumiendo desde hace algunas generaciones y que es muy debilitante e intoxica el organismo.
  • La contaminación ambiental: el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que consumimos suelen estar cargados de productos químicos nocivos para la salud. Aquí habría que hacer especial hincapié no sólo en los productos químicos utilizados en la agricultura, sino también en la ganadería. Se cree que muchas personas se sensibilizan a algunos antibióticos a través de la carne y los lácteos consumidos. Cada vez que comemos alimentos que no proceden de la ganadería ecológica estamos consumiendo pequeñas dosis de antibióticos. Los efectos a largo plazo de este consumo nos son desconocidos. Pocas veces pensamos que las vacas, como todos los mamíferos, eliminan sustancias tóxicas a través de la leche, ya que es la forma que tienen de limpiarse.
  • El estrés, la prisa y la vida sedentaria.
  • Las vacunaciones masivas, que tanto alteran el sistema inmune, todavía inmaduro, de los más pequeños.
  • El cóctel de sustancias químicas que el cuerpo tiene que reconocer y a las que estamos expuestos diariamente en casa, en el trabajo y en las calles de las ciudades.
  • El exceso de limpieza y esterilización de todo lo relacionado con los bebés. La limpieza es adecuada y necesaria, pero la esterilización exagerada hace que estos niños no logren hacer madurar su sistema inmune de una forma natural y sana. Se habla de una relación directa entre la excesiva limpieza y el asma.
  • El consumo de un número limitado de alimentos en la dieta. En un momento en el que hay infinidad de posibilidades en el mercado al alcance de nuestra mano, nos limitamos y nos centramos en unos pocos productos, consumiendo cantidades excesivas de los mismos. Un ejemplo sería el caso del trigo: antes se comían distintos tipos de cereales y se rotaban en la dieta, pero ahora parece que sólo existe el trigo. Además, la variedad que ahora ingerimos dista mucho de ser la que consumían nuestros antepasados. El trigo actual está manipulado por la industria de tal manera que la estructura bioquímica del gluten ha cambiado y es difícilmente digerible, produciendo los consabidos problemas que acarrea su consumo: malas digestiones, gases, exceso de mucosidad?

SENTIRSE “DIFERENTES”

Hay dos aspectos que normalmente dejamos de lado y que son de suma importancia para comprender la repercusión de las alergias e intolerancias: el psicológico y el espiritual. Desde el punto de vista psicológico habría que darse cuenta de lo que significa el hecho de sentirse “raro” o distinto y limitado socialmente por cosas como, por ejemplo, no poder ir a comer a un restaurante con los amigos, además de experimentar la frustración de no poder comer las cosas que apetecen o se quiere probar. Y como agravante hay que señalar que estas personas, por lo general, son más sensibles y más perceptivas que la media. No debemos olvidar que reaccionan a lo exterior, a lo que es ajeno a ellos. Y esto puede producirse a través de tres vías fundamentales: la piel (entonces se originan las dermatitis), la boca (intolerancia a deteminados alimentos…), y por la nariz (se ocasionan trastornos de tipo respiratorio). El organismo de estas personas valora lo ajeno como amenazante y responde por medio del ataque.

Por lo que respecta al plano espiritual podemos recordar que se habla mucho últimamente de los niños índigo y cristal. Son pequeños que estarían más avanzados espiritualmente que las demás personas y la incidencia de alergias entre ellos es muy alta. Podría decirse que su campo vibracional es más elevado que el campo vibracional del planeta, por lo que les cuesta adaptarse.

LO QUE NO HAY QUE HACER

No obstante, aunque el panorama no sea muy alentador estamos en un momento magnífico para el cambio. Algunas terapias naturales nos pueden ayudar extraordinariamente a fortalecernos y desintoxicarnos. Hay terapias fantásticas para tratar todo lo relacionado con la parte espiritual, y respecto a la alimentación disponemos de una oferta cada vez mayor de productos sanos y variados que pueden sustituir a los convencionales (refinados, azucarados, fritos, etc.). Hay que resaltar aquí la importancia de escoger un tipo de alimentación adecuada y que nos conduzca al equilibrio. Y es que hay una serie de errores muy comunes en los que suelen caer las personas que padecen alergias o intolerancias a determinados alimentos.

  • Es muy frecuente que, una vez diagnosticada una intolerancia o alergia alimenticia, se empiece a seguir una dieta determinada (vegetariana, vegana, crudívora, etc.) que, si bien puede ser adecuada para ciertas personas y en ciertos momentos, no siempre resulta conveniente para todo el mundo y en todas las circunstancias. En la mayoría de los casos, las personas con alergias e intolerancias presentan debilidad digestiva y al seguir este tipo de regímenes alimenticios se van debilitando aún más, aumentando, en muchos casos, el número de intolerancias y siendo las reacciones alérgicas más severas.
  • A los niños con alergia a los lácteos se les recomienda consumir leche de soja, que es un potencial alergeno de difícil digestión. Hay otras leches vegetales más digestivas como las de arroz, avena, castañas, quinoa, chufa, almendra o sésamo, que se pueden elaborar en casa o comprar hechas. En caso de querer continuar tomando bebidas de soja se debería cocer ésta con una pizca de sal durante un tiempo prolongado antes de su consumo. Hay que tener también cuidado con los llamados yogures de soja, porque en la mayoría de los casos no son yogures sino postres excesivamente azucarados. Sería mejor consumir yogures hechos en casa con la leche de soja cocida de la manera antes indicada.
  • Otro error común es el consumo diario de trigo. Éste debería alternarse con otros cereales y consumirse de forma esporádica y no como cereal base.
  • Las personas que tienen problemas con el gluten se centran básicamente en el arroz y el maíz, cuando hay muchos otros cereales disponibles como mijo, trigo sarraceno, quinoa o amaranto. A esto hay que añadir que los productos para celiacos, salvo contadas excepciones, son muy refinados y poco saludables. Sería más fácil, sano y nutritivo aprender a cocinar sin gluten, pues aunque comúnmente se piensa que sin este elemento no se pueden hacer en casa galletas, bizcochos y otros platos, en la práctica se pueden obtener resultados más que satisfactorios.

Lo básico sería no sólo eliminar los alimentos que nos debilitan e intoxican, como crudos, solanáceas, naranjas, refinados, trigo, lácteos, leche de soja cruda…, sino encontrar los que más nos fortalezcan, nos depuren y nos beneficien, como salteados, fermentados de la soja como el miso, cereales integrales no manipulados y de fácil digestión como la espelta, el kamut, y otros como el arroz, la quinoa, el amaranto, el mijo, las algas, el pescado en pequeñas cantidades?

Y por supuesto es muy importante comer cosas que, además de ser sanas, satisfagan nuestro paladar, de forma que no echemos en falta esos alimentos que ahora no podemos comer.

Victoria Vinuesa