Actualmente existen dos patologías muy mencionadas socialmente, que están relacionadas con los trastornos alimenticios: anorexia y bulimia. Ambas son motivo de gran preocupación mundialmente, ya que la incidencia existente es muy elevada. En la mayoría de los casos se producen en pre-adolescentes, adolescentes o jóvenes, siendo generalmente mujeres. La cuestión es ¿serán todos estos datos el resultado de una casualidad o en realidad son la suma de factores que originan la aparición de la anorexia y bulimia como síntoma? Digo síntoma, como un alerta que nos indica que existe un desequilibrio emocional, que origina en la joven un cuadro de sentimientos, emociones, pensamientos y energías negativas como la angustia, sufrimiento y dolor que refleja en su relación insana con los alimentos. Dependiendo del cuadro emocional, se manifiesta en una u otra patología. Por ello se afirma no es una casualidad la etapa ni el sexo en el que se produce principalmente estos trastornos.
La adolescencia es una etapa de cambios, en la cual, especialmente las mujeres necesitan encontrar su propia identidad, conocerse y aceptarse en un amplio sentido, ya sea física, emocional, psicológica, mental, sexual y familiarmente hablando. En este ciclo, ellas necesitan tener el acompañamiento adecuado, sentirse comprendidas por sus familiares más directos y cómodas en su hogar. Porque todos estos cambios, las hacen sentirse como una montaña rusa de emociones, que se resumen en fragilidad y vulnerabilidad ante este proceso. En este proceso, la figura masculina también es esencial para que ellas se sientan rechazadas o socialmente incluidas. Pero no debemos olvidar que los adolescentes masculinos, son más inmaduros, y muchas veces, de forma inconsciente, consiguen que el proceso de adaptación para las jóvenes sea más complicado, ya que creen que deben cumplir unos patrones sociales ficticios, así como aquellos prototipos que sigue el género masculino. Es esencial una alimentación psico-emocional adecuada, la atención y amor de sus padres, para que la joven consiga realizar la integración de esta fase equilibrada y armónicamente. Cuando esto no es así, dan inicio los pasos hacia un camino de desequilibrio emocional y alimenticio, extremo.
En el caso de la anorexia, cuando la adolescente se siente sobrepasada por esta situación, genera un cóctel de sentimientos negativos, como la angustia por no comprender cuál es la posición correcta ante esta nueva etapa de su vida. En consecuencia, intenta callar este sentimiento que la perturba profundamente con la ausencia del alimento. «Nadie me entiende» –es una expresión muy frecuente, que genera incomprensión. Se siente vacía, esto reduce su apetito y su amor por la vida.
De este modo, crea su propia realidad, en la que el alimento no es necesario en su vida, para no tener que enfrentarse a la existencia de posibles factores que le produzcan miedo o que le hagan aumentar su sentimiento de malestar general ante ella y todo lo que la rodea.
El miedo a ser rechazada por no tener un cuerpo ideal y perfecto, en todas sus medidas y proporciones; así como la sexualidad, hacen que la joven se obsesione con dietas sin fundamento nutricional y el sentimiento de pérdida se hace cada vez más grande, como una gran bola de sentimientos y emociones reprimidas que se instalan en su garganta, impidiendo el paso de la comida y de alimento emocional. Pues cuando esto sucede, ella se niega a recibir cualquier tipo de afecto de los demás, ya que tiene miedo a ser juzgada o a sentirse rechazada, privándose de este modo a recibir el amor de sus seres queridos.
Esto la desequilibra más psico-emocionalmente, no consigue controlar sus sentimientos, no acepta su cuerpo y por este motivo se niega a aceptar cualquier tipo de alimento. La joven cree que son los alimentos quienes generan su enfado, inseguridad y desagrado. Por eso, asume que conseguirá sentirse mejor con el mundo si moldea su cuerpo y no se alimenta; ya que en su subconsciente, el momento de las comidas principales está asociado a su «problema». A medida que ella deja de comer, siente que da un paso hacia su meta imaginaria: el cuerpo perfecto por el que será aceptada en la sociedad, en particular por los hombres. Olvidándose, que todo es un intento por aceptarse a ella misma. Pero en realidad, lo que hace es abandonar su organismo vacío de todo alimento, de sentimientos positivos; deformando su cuerpo, dejándolo sin vitalidad y sin energía. Así aumenta su sensación de vacío y no siente apetito. La anorexia se agudiza porque auto-destruyéndose no siente felicidad, sino insatisfacción con su cuerpo, que pierde su belleza natural.
Existen dos cuestiones que debemos plantearnos en este proceso: ¿Qué papel juegan sus padres en este proceso? Desde que nacemos hasta la edad adulta, el deber de proporcionarnos una buena alimentación está asociada en nuestro subconsciente a los padres. ¿Qué entendemos por alimentación? Todo el proceso de ingestión y nutrición tiene inicio en el vientre materno a través del cordón umbilical, del cual recibimos el alimento físico y psico-emocional que los padres, sobre todo la madre, nos facilitan.
Es el alimento emocional que recibimos a lo largo de nuestra vida, el que nos ayuda a aceptar adecuadamente el alimento físico y la relación que desarrollemos con la nutrición. Teniendo respuesta a ambas preguntas, debemos saber, que uno de los primeros factores que desequilibran a la joven en su hogar, es tener una relación con su padre de excesivo apego, desde la primera infancia. Ya que la adolescente no consigue identificar la diferencia entre el papel que juega su madre y el de ella. Por eso, transporta esta realidad a todos los planos de su vida. En cambio, si el ambiente es estable y ambos mantienen una relación equilibrada sin dependencia, su hija sabrá aceptar su sexualidad, su cuerpo y no se sentirá rechazada por ella ni por los demás; de este modo la necesidad de rechazar los alimentos desaparecerá.
El desequilibrio en la relación con su padre, afecta a la relación con la madre, siendo agresiva para descargar su rabia en ella. En su inconsciente, la culpable es su madre. Al mismo tiempo, la joven se siente culpable por esta situación, que tiene como resultado la autoagresión, la no alimentación, el rechazo ante todo y ante todos.
Ella solo quiere imponer su feminidad, por eso en muchos de los casos descargan su furia sobre su madre, ya que es el patrón femenino más cercano que por veces tienen la necesidad de suplantar y otras de imitar. El rechazo de la comida y de la madre, van unidos, ya que la madre simboliza la nutrición; acción que para la joven también está fuera de cuestión.
La adolescente siente necesidad de crear su propia realidad ante el espejo para sentirse bien. Para ello, modifica todo lo que sea necesario en su entorno, que no es el culpable, simplemente el espectador de una realidad desequilibrada.
En la bulimia, la joven también adopta conductas que se alejan de todas las formas de alimentación saludable y equilibrada, ya que ingiere grandes cantidades de comida en periodos muy cortos, que posteriormente elimina de su organismo a través del vómito.
En este caso la joven posee un conflicto emocional, que se manifiesta con ansiedad y frustración por sentir que todo el mundo consigue o intenta acaparar su «lugar», en todos los ámbitos de su vida y ella se queda desplazada. Esto origina el nacimiento de una enorme inseguridad, que desencadena en temor a sentirse abandonada. Sentirse constantemente fuera de lugar genera en la joven estrés psico-emocional que la lleva a auto-presionarse y auto-dañar su cuerpo para intentar lograr estar bien con ella misma.
Así se propician los llamados «atracones» para posteriormente vomitar, como síntoma del arrepentimiento y la culpa por descargar la responsabilidad de su malestar en los demás. Este colapso emocional hace que la joven viva en una contradicción, y estén rondando en su mente las preguntas «¿Porqué intentan excluirme?», «¿Porqué tengo que sentirme abandonada y sola?», «No entiendo porque me sucede esto a mi»; son algunas de las reflexiones que se plantean con mucha frecuencia.
El primer manifiesto de esta incoherencia es que una parte de ella necesita el cariño de todas esas personas que siente que le «roban» su lugar y la dejan sola. Ella se enfada por sentirse así con relación a las personas que la rodean y manifiesta esa rabia comiendo descontroladamente, buscando llenar el gran vacío que no logra controlar con esta situación. Este desierto que cree albergar en su interior provoca en ella miedo, que se refleja en su vínculo con los alimentos.
Por otro lado, tiene miedo a ser abandonada por todos ellos y a sentirse sola, abandonada. Ahí empieza el segundo raciocinio «¿Cómo puedo necesitarlos y rechazarlos a la vez si me quieren quitar mi lugar?».
El miedo a ser abandonada es el detonante que ocasiona el vómito, porque se siente culpable por esa reflexión que hace constantemente. En realidad no existe ningún «lugar», sino la necesidad de la joven de exteriorizar todo lo que surge en su mente y en su corazón. Sentirse desubicada y su miedo a no tener un lugar, no hacer parte de nada y si de todo a la vez, hace que se sienta perdida. En estos casos ha alcanzado un estado de vulnerabilidad muy elevado y cuanto más agudo es el cuadro emocional, más episodios se producen porque el desequilibrio ha aumentado y su sentimiento de no pertenecer a ninguna parte pero a su vez necesitar hacer parte de «algo» de forma sólida es mayor. La joven presenta sobre todo dos sentimientos negativos principales que van de la mano uno del otro: rabia, por no conseguir ubicarse en el mundo y creer que su posición es fácil de arrebatar; y culpa, por sus actitudes, por lo que ha echo y por descargar su frustración en sus seres más queridos.
Esto lo llevan al campo de la alimentación, una parte de ella tiene noción de que necesita alimentarse a toda costa para poder vivir, pero al mismo tiempo, alimentarse en exceso puede suponer que su cuerpo no sea atractivo y nadie la ame, por ello se sienta abandonada y rechazada.
Con esta situación, la joven aumenta su sentimiento de confusión, sus dudas y su desorden emocional, desequilibrando física y energéticamente sus hemisferios cerebrales, de este modo ella no consigue parar de sentirse como se siente, ni controlar los sentimientos que la llevan una y otra vez a actuar compulsivamente ante las situaciones que la aterrorizan: alimentarse –vomitar, sentir rabia y culpa hacia ella y los demás. Este cuadro emocional, al igual que en la anorexia, nacen en la infancia. En este caso por un exceso de protección o de autoridad de uno de sus progenitores o inclusive de ambos, así como el exceso de contradicciones entre sus padres, como por ejemplo el desautorizarse mutuamente, en muchos de los casos en presencia de su hija.
Estos procesos han sido confusos para ella, no ha sabido lidiar ni interpretar el amor y sobreprotección que sus padres han tenido con ella, intentando proporcionarle la mejor educación. Esta presión y confusión, la lleva al plano nutricional que está en constante desequilibrio. Ella daña a su cuerpo con los atracones y vómitos, del mismo modo que se siente dañada emocionalmente.
La anorexia y la bulimia son conflictos emocionales, en grado extremo, que se proyectan y manifiestan en su relación con los alimentos. Recuperar la coherencia de sus patrones emocionales y equilibrarlos, logra que la joven recupere el amor por los alimentos y el bienestar, devolviéndole la armonía y estabilidad familiar.
Yolanda Castillo
Terapeuta Holística y Naturópata
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