Existe una manera consciente de acercarse a la práctica de yoga que no requiere esfuerzo. Cuando dejamos de tirar, empujar y obsesionarnos por alcanzar una postura, la gravedad se apodera de la tensión, el cuerpo se libera y una agradable sensación de ligereza envuelve nuestra mente y cuerpo. La práctica de yoga se convierte en una meditación en movimiento, como decía Vanda Scaravelli, en una danza sin esfuerzo con la respiración y la gravedad.
Los que la conocieron, la definen como un ser que brillaba por su levedad, una mezcla de gracia y sensibilidad, una mujer de baja estatura, a la que era frecuente ver con sandalias o descalza demostrando el poder de la gravedad. Para muchos practicantes de yoga Vanda Scaravelli sigue siendo una gran desconocida, formada por BKS Iyengar y TKV Desikachar, Vanda llegó al mundo del yoga a la edad de 40 años y después de pasar varios veranos aprendiendo de sus maestros desarrolló su propio enfoque, un método único y revolucionario que se basa en la escucha, en el uso de la gravedad, la respiración y la correcta alineación de la columna vertebral. Hasta el día de su muerte a los 91 años de edad, Vanda trabajó a favor del cuerpo y no en contra, confiando plenamente en el poder curativo del yoga. Por desgracia, su legado es escaso y casi no ha sido documentado. A lo largo de su vida tan solo cinco personas tuvieron el privilegio de aprender con ella, sin embargo, nos dejó su obra maestra «Awakening the Spine», convertido en un clásico del mundo del yoga y nos enseñó a mirar hacia delante, a ser libres y a vivir el yoga de forma natural liberándonos de lo conocido, de la costumbre y la certeza.
Empezar, parar y volver a empezar, no hay nada conocido en el yoga, cada vez es un nuevo comienzo, las posturas surgen en el último momento de forma accidental sin premeditación, sin ajustarnos a patrones preconcebidos Quienes hemos tenido la posibilidad de experimentar, aprender y enseñar el yoga de Vanda Scaravelli, sabemos lo difícil que es dejarnos «ir», dejar de luchar contra el cuerpo, borrar todo lo que crees saber hasta el momento y darte permiso para descubrir, convirtiéndote en tu propio maestro. Vanda Scaravelli no quiso hacer de su enfoque un método. Ella, inspirada por las enseñanzas de su gran amigo Krishnamurti defendió siempre la idea de un yoga no organizado, opinaba que las organizaciones destruían el trabajo, que el yoga era amor y que si nos limitábamos a encerrarlo el amor desaparecía. Ajustarnos a un ejemplo, a una postura, intentar trasladar al cuerpo un modelo, imitar al fin y al cabo, termina distanciándonos del propio ser, por eso, en la práctica de Scaravelli yoga prestamos atención al cuerpo, escuchamos las señales que nos envía, aprendemos a dejar ir las cosas que no necesitamos y a renovarnos en cada momento. Invitamos al cuerpo, no obligamos, expandimos, no estiramos, mantenemos una actitud amigable con la gravedad evitando luchar contra ella y enfocamos la atención en el cuerpo para evitar las fluctuaciones de la mente.
Conectados a la ola
La respiración y la gravedad son las herramientas que nos permiten conectarnos con el centro. En la exhalación dejamos caer el cuerpo hacia el suelo y en la inhalación nos damos permiso para abrir, recibir y expandir, sintiendo la ligereza y libertad de la parte superior del cuerpo. La práctica de esta técnica permite crear espacio entre las vertebras, aliviando la tensión que se acumula en la columna vertebral. El despertar de la columna vertebral sólo se puede dar cuando sintonizamos con nuestro cuerpo, cuando aceptamos sin juzgar cualquier señal que nos envía y nos dejamos ir hacia la gravedad, estirando naturalmente en la dirección opuesta. Anatómicamente es necesario prestar especial atención a dos zonas concretas, la última vértebra lumbar «L5» y la primera vertebra sacra o «S1». Es en esta zona donde la columna se mueve en diferentes direcciones. Este punto es el espejo de la columna, la zona que debemos relajar imaginando que podría sonreír o bostezar y la que nos permite poder percibir la ola de la que nos habla Vanda Scaravelli. Cuando se libera esa zona, la energía vital fluye a lo largo de la columna creando una ola que provoca el estiramiento natural de la parte superior de cuerpo. Los pies, como las raíces de un árbol se conectan al suelo, la parte inferior del cuerpo desde la cintura hasta los pies sucumbe a la gravedad y la parte superior del cuerpo se ilumina, libera y fluye.
Es en ese momento de liberación cuando percibimos la pelvis como un espacio vacío en el que poder respirar y «vivir» libremente. Llegados este punto me gustaría hacer un inciso para resaltar la estrecha relación que la práctica de esta técnica mantiene con la terapia cráneosacral, ambas se basan en la idea de que el cuerpo expresa y lo único que debemos hacer es esperar pacientemente las señales que nos envía. El ritmo cráneosacral es fácilmente perceptible en la práctica de ésta técnica de yoga. Al igual que ocurre en la terapia cráneosacral en la que se nos invita a restaurar el movimiento mediante un estímulo, en la práctica de éste yoga el profesor guía al alumno a tomar conciencia y a despertar zonas muertas del cuerpo, le invita a dejarse llevar por el movimiento instintivo y a percibir el ritmo cráneosacral y el movimiento plástico y fluido de la membrana duramadre.
Tomando conciencia y dejándonos guiar por este movimiento conseguimos liberar las desajustes, adherencias y restricciones que producen alteraciones en la columna y el cráneo. En resumen esta técnica supone un despertar en muchos sentidos, un nuevo comienzo cada día y un descubrimiento del cuerpo que nunca termina y que perdura más allá de la práctica.
«No matemos el instinto del cuerpo por conseguir la gloria en la pose».
Vanda Scaravelli
Eider González
rofesora de Yoga y Terapeuta
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